La Venezuela del 78
Evencio Díaz       
                                                                                 
Ante la crisis constante que históricamente hemos venido viviendo los venezolanos, es necesario comprender el pasado con el fin de conocer el presente, como lo señalara el destacado historiador francés, Pierre Vilar, al referirse de la construcción de una historia cada vez más científica. No aspiramos de inmediato cumplir con tan ambicioso propósito, pero si revisar algunas reflexiones acerca de la realidad histórica, que nos permitirá, por lo menos, dilucidar los diferentes problemas sociales que muchas veces nos agobia y nos hunde en el pantano del pesimismo y de la frustración.
Desde esta perspectiva queremos comprender la percepción sociohistórica de un venezolano; me refiero al II Arzobispo de Valencia e Individuo de Número de la Academia de Historia del Estado Carabobo, Mons. Jorge Liberato Urosa Savino (1942), actual Cardenal y Arzobispo de Caracas, a quien el jurado del Concurso Trípode le concedió el 17 de junio de 1978, el primer premio “Trípode 78” a su libro, La Venezuela del futuro: un reto a la Iglesia. Para entonces, Mons. Urosa Savino aún no pertenecía a la jerarquía eclesiástica (obispo o arzobispo) y el 15 agosto de ese mismo año, cumpliría apenas 11 años de ordenación sacerdotal (1967).
  Mons. Urosa Savino ha sido un guía religioso consecuente con su pensar y, en consecuencia, coherente en su actuación como hombre de fe, de reconocida solvencia moral e intelectual. Y así lo ha venido practicando hasta el día de hoy. Pero su actitud crítica, de manera constructiva, ante la realidad sociopolítica venezolana no ha sido del agrado de los gobiernos de turnos cuyo ejercicio y resultado de la administración del Poder Público, son contrarios a los valores evangélicos pregonados por la Iglesia Católica.
1978 comenzó con la celebración del vigésimo aniversario del restablecimiento e inicio de la segunda República Liberal Democrática y el aniversario de la llamada “Generación del 28”, movimiento estudiantil que se enfrentó a la férrea dictadura de Gómez. Pero fue sobre todo un año de intensa campaña electoral, por los comicios presidenciales programado para el 3 de diciembre. 
En los medios se destacó la crisis, en casi todas las ciudades, de los servicios públicos; se denuncian fallas de electricidad, de agua, teléfonos, transporte, salud y aseo urbano. Entre otras noticias, se conoció el trágico y fatal accidente aéreo del candidato presidencial Renny Ottolina. En el mundo de la farándula, los venezolanos disfrutaron de las telenovelas, La Fiera, Residencia de Señoritas, Rafaela, Tres Mujeres, entre otras; en el cine, los éxitos de, Fiebres de Sábado por la noche, y, Vaselina, que introdujo cambios en la manera de vestir de los jóvenes.
En el ámbito eclesial y universal, fue el año de los tres Papas: murió el Papa Paulo VI y un mes después su sucesor, Juan Pablo I. Más tarde, es nombrado el nuevo Sumo Pontífice, el Papa Juan Pablo II.
En las reflexiones del libro de Mons. Urosa, hoy más vigente que nunca, comienza con un crudo diagnóstico, Venezuela Hoy, donde valora la realidad social del país en los diferentes males sociales, que pondría en riesgo a la democracia venezolana ante la miopía de una clase política desprovista de una revisión sincera y de una corrección oportuna. Los tres siguientes capítulos, presenta la visión cristiana-católica ante la existencia de una vida temporal, la cual debe ser asumido como parte integral del plan de salvación del hombre. En el quinto revisa las ofertas o visiones sociopolíticas y, nos alerta sobre el espejismo del marxismo. En los dos últimos capítulos, la relación del cristiano con la política, resaltado la necesidad de “Una Iglesia más activa”, en donde se busca superar la deficiencia de compromiso y de participación de los católicos venezolanos en los asuntos públicos.
  En todo tiempo se planteara la pregunta de por qué la Iglesia interviene en el campo de lo social, lo político y lo económico, si su misión sería esencialmente espiritual. El libro del Mons. Urosa Savino, de la Venezuela del 78, es una respuesta que rompe toda temporalidad por su acertada actualidad.

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