HACIENDA O TRAPICHE DE CURA. SIGLO XVIII
En la historiografía local se ha venido afirmando que la
unidad productora de la hacienda Cura tuvo su origen a finales del siglo XVI, pero,
según la documentación encontrada, su establecimiento apenas se remonta a
principio del siglo XVIII. El interés por el conocimiento de la hacienda se
debe a la influencia socioeconómica que mantuvo en la conformación y fundación
del Pueblo de San Joaquín (1795), en el reconocimiento de ser considerado
cofundador del pueblo al Conde de Tovar y en el indudable aporte humano y
laboral durante el siglo XIX hasta mediado del XX.
La hacienda Cura ha sido una referencia para San Joaquín
desde su fundación, como un espacio productivo de grandes extensiones de
cañamelar y de sus productos derivados de papelón y aguardiente claro de la
marca comercial hacienda Cura.
Con esta reseña revisamos aunque sea de manera
esquemática algunas informaciones históricas que debe contribuir en comprender
y explicar mejor nuestro proceso sociohistórico de carácter local. Es necesario
aclarar que esta información se une con lo anteriores artículos, por tal razón,
es que no nos detenemos en ahondar en algunos datos que ya hemos tratado en
otras oportunidades.
Presentamos algunos rangos del Conde de Tovar, integrante
de una familia poderosa de la época colonial, perteneciente al grupo social de
los denominados mantuanos, cuya noble familia de origen vasca se establecieron
en Venezuela en 1640. Asimismo,
revisamos la procedencia de la propiedad y algunas descripciones del inmueble
colonial.
EL CONDE DE TOVAR
El nombre del Conde
de Tovar fue Martín Antonio de Tovar y Blanco (1726-1811), Coronel de Milicias,
quien recibió el título de Castilla por el Rey Carlos III el 4 de julio de 1771.
Nació en Caracas el 23 de enero de 1726, del matrimonio conformado por don Domingo
José Antonio de Tovar y Mijares de Solórzano, y doña Catalina Nicolasa Blanco
de Blanco y Martínez de Villegas. Descendientes,
por ambos lados, de los apellidos más antiguos e ilustres de la nobleza
colonial venezolana. (Alejandro Mario Capriles, Coronas de Castilla en Venezuela, 1967:86).
El Conde de Tovar realizó servicio de armas desde el 3 de
noviembre de 1742 hasta su retiro con
fuero militar, ocupando los cargos de Subteniente y Teniente de Caballería de
la antigua milicias urbanas de infantería de la ciudad de Caracas y la de
Capitán de Infantería, en 1769, con la creación de Batallones reglados de
Blancos de Caracas. El 28 de septiembre de 1773 fue nombrado Coronel del
Batallón de Milicias de Blancos de la ciudad de Valencia, rango militar con la
cual el Rey le concedió la licencia absoluta
de retiro de real servicio de fecha 29 de septiembre de 1793. (Archivo General
de India, Concesión de licencia absoluta
con Fuero Militar y uso de uniforme a Martín de Tovar y Blanco, Conde de Tovar,
coronel de las Milicias de Blancos de Valencia en la provincia de Caracas.
fs. 125-134).
En su condición de blanco criollo y como parte de la
elite capitular caraqueña, ejerció el cargo de Alcalde de Caracas. Tenía
mansiones en la ciudad de Valencia y en la capital, además de distintas
haciendas en diferentes lugares de la Venezuela provincial. El historiador,
Federico Brito Figueroa, cuantifica la formación de 14 haciendas hasta
1744-1746, en manos de nueve miembros de la familia Tovar. (La Estructura Económica
de Venezuela Colonial, 1983:155).
En el expediente de solicitud de retiro de fecha 29 de
septiembre de 1790, el Capitán General de la Provincia de Caracas,
Pedro Carbonell, afirmó acerca del Conde de Tovar lo siguiente: …“con esta seguridad mereció ser aprobado en
dicho empleo de Coronel, el que ha servido siempre con el mayor esmero y
aplicación, y no pequeños gastos que se le han originado con los viajes
frecuentes que ha hecho desde Caracas a Valencia, particularmente en dos
ocasiones que transportó su numerosa familia con motivo de la guerra. Y, por
último en virtud de Real Orden de Vuestra Merced se trasladó a su hacienda de
Cura, en el distrito del Batallón, donde hace un año que existe separado de
ella sin poder educar a once hijos y otros tantos nietos dependientes suyos, ocasionándosele
de esta separación crecidos gastos y graves perjuicios.” [La grafía se
modificó] (Ídem).
A pesar de su
ancianidad, el Conde de Tovar fue pieza importante en los inicios de la disputa
de la Independencia. Fallece en Caracas en el mes de agosto de 1811, días
después de la declaración de la Independencia de Venezuela.
ORIGEN DE LA PROPIEDAD
La tenencia de la tierra de Cura
presenta dudas en su origen por la cual solo lo abordamos de manera preliminar.
En primer lugar, según título de composición o compra a la Corona, que realizó María
de las Nieves Quiñones, esposa del Capitán Vicente Díaz Pereira, las tierras incluyen el Valle de Cura. Así se
desprende en los linderos de fecha 20 de mayo de 1596, en donde señala que por
el lado Este limita con “el monte que a
esta sabana [Hato Viejo] con la del
hato de Martínez”, es decir, el Valle de Mariara que había sido adquirido
por Lorenzo Martínez de la Madrid, dos años antes en la ciudad de Caracas.
En
segundo lugar, existe un documento compra-venta de fecha 4 de octubre de 1704,
que no se encuentra asentado ni insertado en ningún libro de registro público,
donde señala que el Capitán, Domingo Antonio de Tovar y Bañez compró al
Licenciado, Marcos de Guzmán, Cura doctrinero de Turmero, “una posesión de
tierras que se nombra el Valle de Cura”. En este documento se afirma que la
Iglesia de Turmero había recibido como herencia las tierras de Cura de la cacica,
doña Marcela Barriga. También se alega que la propiedad se le siguió pleito por
parte de la Iglesia de Turmero contra el
propietario de Hato Viejo, don Juan de Urraca López de los Arcos. El pleito
recibió sentencia a favor de la Iglesia.
La cacica, Marcela Barriga, fue muy
conocida por el escandaloso conflicto de amor con el Capitán, Pedro Ladrón de
Guevara, era hija del cacique, don Juan Barriga, de la nación Barriga
habitantes del Valle de Ocumare. El historiador aragüeño, Dr. Lucas Guillermo
Castillo Lara, señala que la cacica sostuvo litigio de tierra ante la Real Audiencia
de Santo Domingo con algunos encomenderos aun con los de Turmero, Ocumare y
Mariara, don Lorenzo Martínez de la Madrid. (Nortemar Aragüeño. Las Querencias
de Azul y Oro Ocumare, Cata, Cuyagua y Turiamo, Tomo II, 2002:27- 45). Es
posible que los indígenas de Ocumare fueran los dueños del Valle de Cura, cuyo
litigio le habría favorecido, quedando reducido la propiedad de María de las
Nieves solo al valle de Hato Viejo.
MAYORAZGO
DE LA FAMILIA TOVAR
El Conde de Tovar recibió el vínculo de
sucesión de propiedad de la hacienda Cura en 1759, por haber fallecido los dos
primeros beneficiarios sin dejar descendencia legítimos del Mayorazgo. El
Mayorazgo fue una institución jurídica que permitió el derecho de suceder los
bienes vinculados por alguna familia pudiente con prohibición de cualquier
venta o fraccionamiento en el caso de tierra, beneficiándose solo de los
productos del bien vinculado.
En 1734 se le adjudicó la hacienda de
Cura a Fernando de Tovar y Galindo, heredero de Domingo José Antonio de Tovar y
Doña Sebastiana Rosa de Galindo y Fernández de Fuenmayor. En esa misma fecha su
legítimo propietario decide vincular la hacienda a un Mayorazgo, refiriendo
como primeros beneficiarios del vínculo a don Domingo Antonio de Tovar y
Galindo y don Basilio de Tovar y Galindo, que al
fallecer algunos de ellos les sucede al sobreviviente, o ante la ausencia de
ambos a sus legítimos sucesores. (Hacienda Santa Clara, Cadena titulativa
2006-1704).
HACIENDA DE CAÑA
DULCE
El profesor universitario, José Ángel Rodríguez, afirma
que en el siglo XVIII se superaron los obstáculos económicos y se extendieron
el montaje de trapiches e ingenios en la Provincia de Venezuela. El factor
económico que favoreció el aumento de
trapiches, además, de las condiciones del clima, suelo y abundancia de
agua, fue la posibilidad de compra de manos de obra africana que permitiera
asumir el duro encargo que representaba la faena en los trapiches. (La Historia
de la Caña. Azucares, Aguardientes y Rones en Venezuela, 2005: 18-19). Esto
explica el número considerable de negros africanos que siempre ha registrado la
hacienda Cura durante su vigencia como unidad de producción.
En el Censo parroquial de 1745, elaborado por el Dr. Dn.
Pedro Garcés de Álamo, Cura coadjutor del Pueblo de Guacara, recogen los
nombres de los esclavos de la hacienda de trapiche de don Fernando de Tovar.
Ellos son los siguientes: Juan Pasqual, Jacinta de Tobar,
Antonio Mina, Josepha Agustna, Luiz Jph. de Tobar, María Nicolaza, Gerónimo
Valencia, Josepha Efigenia, Juana Antonia, Lucía Caiethana, Franca, Getrudes,
Leonicia de Tobar, Josepha de Tobar, Juliana, María Antonia, Petrona Juana,
María de la Cruz, Agustina Josepha, María Theresa, María Valentina, María del Carmen, Juana
Franca, Rosalía de la Cruz, María Valentina, Ysabel María del Rosa, Bacilia
Antonia, Joseph Franco, Juan de la Cruz, Bernardo, Juan Graciar, Joseph
Santiago, Manuel Antonio, Lorenzo Román, Juana Jacinta, Nicolassa Tolentina, María
de la Cruz, Petrona Simona, Joseph Silvestre, María Pascual, María de la Mrd[Merced], Ambrocio de la
Concon, Salvador del Rosario, María del
Rosario, Salvador de la Mrd., Clara María, Juan Joseph, Joseph Sta. Ana,
Domingo del Rosao, Gregorio Thadeo, Domingo Joseph, Gabriel, Bartholome, Franco
Gabriel, Pedro Joseph, Nicolás, Juan Joseph, Juan Diego, Juan Simón,
Balthazar, Joseph Franco, Thomas, Joseph
Mateo, Raphael, Juan Lorenzo, Manuel, Calistro, Joseph Gregorio.
En el testamento de don Domingo de Tovar
se hacen los avalúos de algunos equipos, herramientas e implementos usados en
el trapiche. Entre ellos se menciona: Armadura
de trapiche, que se compone de cadenas, banco, peinazo, canales de despedir
caldos, mancebos, viga y galápago, juego
de trapiche de hierro con sus quijos. Chumaceras, dados, pie de cabra,
mazos y demás hierros que le sirve de repuesto. Una canoa maltratada que sirve
para batir papelones, un tablón
agujerado que sirve para poner las hornas de papelones, con cinco varas de
largo y y dos tercia de ancho, un cepo de charaguaras con su gonce, telera y
candado, docenas de hormas o moldes de
papelones, dos carretas con una
rueda y camba maltratadas, tres ejes de carretas con dos chumaceras, una nueva
y otra vieja. Seis zagas con sus coyunda, 5.000 tejas y 3.500 ladrillos, hornas de azúcar, un juego de trapiche de vera, un dado de cobre, siete rejas de
arar, los dos útiles y cinco inútiles, una asierra con su cuchilla de tres cuartas
y armazón maltratada, una cadena de presión, una arroba de herramientas viejas,
dos barreras pequeñas, dos clavos de escoras, cinco palas usadas, dos calabozos
buenos y cinco inútiles, una arada y una garinga de medicinar, doce juntas de bueyes mansos, 24
novillas para hacer bueyes, 10 novillos
de dos a tres años y dos vacas mansas, 31 caballos mansos de Mijarra, 15
bestias mulares de mijarra, 10 de arason, 26 potros, etcéteras. (Archivo
General de la Nación, Sección Testamentarias, Año 1735, Pieza 1, fs. 34-51).
La producción de productos de los
trapiches en Venezuela fue por lo general destinada a la demanda del consumo
interno, quizás por carecer de suficiente calidad de exportación en comparación
con otros rubros agrícolas como el añil.
DESCRIPCIÓN
DE LOS
INMUEBLES
La hacienda Cura estaba conformada
en 1746 de Casa trapiche de horcones (pilares de madera), Casa de vivienda de
18 varas de largo y ancho de 7 tres cuarta, Sala de 9 varas y media, Dormitorio de 6 y tercia, techo de par
nudillo. Dormitorio con ventana volada y reja de madera torneada, dos cuartos
más con un corredor de trece pilares de corazón de mora, con sus zapatas y
baranda torneada. Casa de cocina y dispensa cubierta de cogollo. Caballería
cubierta de cogollo. Una casa armada, tierra de labor y una acequia. Además de
una Capilla que, para 1759 era de 9 vara tres cuartas de largo y 6 de tres
cuarta de ancho, con ventanas enladrilladas y
techo de madera. En este Oratorio privado se celebraba Misas, y dentro
de ella contenía varias imágenes entre ella la de Inmaculada Concepción. (Carlos F. Duarte, Aporte Documentales a la Historia de la Arquitectura del Periodo
Hispano Venezolano, 1997: 175-176).
PARA REFLEXIONAR
Sin duda que la antigua hacienda Cura
tiene un significativo valor patrimonial que los sanjoaquineros no hemos
querido afrontar, pues allí yace en escombros la vieja casona que de lejos
apreciamos con tristeza su lento deterioro. Aún recuerdo las reuniones que nos
convocaba mi antecesor, el recordado Cronista Oficial, Antonio García
(1920-2003), que mostraba su preocupación ante la decidía e indiferencia de las
autoridades municipales. Siempre hemos esperado por una autoridad municipal con
la suficiente sensibilidad cultural que ponga en discusión, en consecuencia, promueva
la elaboración de un proyecto factible para la recuperación de los restos de la
antigua hacienda.
Ojalá que los nuevos aspirantes a
asumir el poder público municipal logren incluir en su propuesta electoral un
plan de recuperación de la hacienda Cura, mediante una conversación sincera con
sus actuales dueños, para integrarla a nuestra realidad sociocultural del
municipio San Joaquín.
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