EL SANTO TEMBLOR DE 1812
Los vecinos de San Joaquín de Mariara fueron sorprendidos
el 26 de marzo de 1812, por un evento
natural o geológico de incalculable proporciones en el devenir histórico de la
Provincia de Caracas o Venezuela. El evento consistió en “el grande terremoto”,
como lo llamó el Padre Saubens, que afectó gravemente a las ciudades y pueblos
que había desde La Guaira y Caracas, pasando por los Valles de Aragua, Valencia
y Barquisimeto
hasta San Felipe.
En los últimos años, el fenómeno telúrico ha sido objeto
de estudio, desde la sismología histórica por el antropólogo e historiador,
Rogelio Altez, que sistemáticamente ha explicado el terremoto de manera
científica, despojándola de la espesa niebla (mito, romanticismo, exaltación
patriótica…) que dificultaba visualizar la comprensión de la realidad histórica
de tan importante hecho natural. Entre sus trabajos de investigación publicado
se encuentra sus libros, El desastre de
1812 en Venezuela: sismos, vulnerabilidades y una patria no tan boba (2006); y, Si
la naturaleza se opone…Terremoto, Historia y Sociedad Venezolana (2010),
además de algunos artículos sobre el mismo tema de los sismos de 1812.
Con las investigaciones del Cronista de Montalbán,
Torcuato Manzo Núñez, los sanjoaquineros teníamos algunas referencias acerca de
los efectos del terremoto, especialmente de los daños ocasionado al templo
parroquial, luego con la publicación del artículo de Altez (2005) denominado, Cronometrización extemporánea: Los sismos
del 26 de marzo de 1812 en Caracas y Mérida (Revista Geográfica Venezolana,
Volumen 39, Nº 1-2, Mérida), la cual registró la existencia de una
correspondencia del Pbro. José Damián Saubens, párroco de San Joaquín, de fecha
8 de abril de 1812 y dirigida al Arzobispo de Caracas, Narciso Coll y Prat, en
la que informaba con más detalles las consecuencias del terremoto del 26 de
marzo. Esta información nos ha permitido una mejor visión de los hechos. Dicho
documento manuscrito se encuentra en la Colección Villanueva del Archivo de la
Academia Nacional del Historia (AAHCV) y refiere la magnitud de los efectos
físicos y humanos del trágico terremoto.
El San Joaquín de 1812 era un pueblo jurídicamente
establecido desde su formal fundación en 1795 y con rango de tenientazgo en lo
político-territorial (1802), perteneciente a la jurisdicción del Ayuntamiento
de la ciudad de Valencia de la Provincia de Venezuela. La primera década del siglo XIX fue
determinante en su proceso urbano y urbanístico, pues concluida esa década ya
había más de 150 casas de sólidos fundamentos y un año antes se había
inaugurado el templo parroquial (1796-1809).
La población de San Joaquín era un reflejo de la
Venezuela colonial. Distribuida en clases y grupos sociales, una
estratificación social desigual y estimada en más de 3 mil habitantes, que se
encontraban asentados en el hoy territorio de los municipios Diego Ibarra
(Mariara) y San Joaquín.
Es importante
recordar el contexto sociopolítico que vivía la sociedad colonial implantada de
1812, que se debatía entre mantener el antiguo régimen monárquico o establecer
la novedad liberal del sistema republicano. Era una sociedad cuyos valores
sociales estaban en crisis, y que degeneró en una cruenta guerra civil. La
propuesta republicana fue liderada por el grupo social dominante de los criollos
españoles, que tenían el control social y, sobre todo, el saber ideológico,
técnico y económico que prevalecerá durante el resto del siglo XIX.
Desde la perspectiva local nos disponemos conocer un poco
más sobre este importante hecho histórico, que impacto a la sociedad colonial
venezolana, en momento cuando se comenzaba a forjarse un cambio político y
social que marcaría su proceso histórico hasta la actualidad.
EL JUEVES SANTO
El terremoto del 26
de marzo ocurrió el jueves santo a las cuatro de la tarde y así lo dejó asentado el Padre Saubens, que junto a
su feligresía se encontraba dentro del templo parroquial en los preparativos
ceremoniales (misa, procesión y lavatorio de los pies).
En ese momento fueron inesperadamente interrumpidos por
un horrendo movimiento sísmico que estremeció los cimientos y la estructura de
la iglesia. Los feligreses salieron despavoridos hacia la plaza dejando como
saldo tres heridos por contusiones recibidas, por el desplomo de ladrillos al
momento de salir a la calle.
Tan grave fueron los daños ocasionado a la edificación, que el Padre
Saubens manifestó lo siguiente: “En esta
consternación y temerosos todos de entrar a la iglesia he tomado la
deliberación de formar en la plaza un
altar con toda la decencia y resguardo, que ha sido posible, en donde me hallo
oficiando todo el Ministerio y lo participo a Vuestra Señoría Ilustrísima para
que se digne aprobar esta deliberación a que nos ha empeñado la necesidad”… (AAHCV,
San Joaquín, 8 de abril de 1812, Doc. Nº 671).
La interpretación
contemporánea sobre el hecho natural profundizó la crisis política que la
sociedad colonial vivía en ese momento.
Solo podemos darle su justa apreciación si lo enmarcamos en el concepto de
Catolicidad, que el Sacerdote, Francisco José Virtuoso, ha llamado a la “sociedad que no solamente profesa el
catolicismo sino que se organiza globalmente desde esa profesión religiosa… La
catolicidad es un modelo global de relaciones sociales y política en donde el
vínculo entre los componentes de esa sociedad y la obediencia y sumisión a las
autoridades están orientadas por un modo de entender el Catolicismo”… (La
crisis de la catolicidad en los inicios republicanos 1810-1813, 2001:14).
Es por ello que los vecinos de San
Joaquín dieron muestra de esa cosmovisión durante el proceso de independencia,
porque si había alguna duda por establecer un nuevo sistema de gobierno
republicano, el terremoto afianzó el sentir realista de la mayoría de los
vecinos que conformaban esa sociedad monárquica y cristiana-católica. Esta
realidad histórica local confirma la manipulación ideológica con la cual los
venezolanos hemos sido objeto, a través de la enseñanza de la historia patria o
tradicional, que tanto daño ha hecho en la comprensión y explicación de nuestro
proceso sociohistórico, advertida desde hace tiempo por el académico
historiador, German Carrera Damas (1930).
El Padre Saubens dijo al final de la
correspondencia: “Este vecindario ha
manifestado mucho fervor y devoción en las penitencias públicas, que han hecho
desde el Marte de Pascua hasta el siguiente Domingo, procesiones muy devotas y
penitentes, sobre la tarde, en Rogativa, con las imágenes de San Joaquín y
Nuestra Señora del Carmen, en las cuales se ha predicado de noche al concluirse
la procesión en la plaza, lo que he querido noticiar a Vuestra Señoría Ilustrísima para su
inteligencia y consuelo” (AAHCV, San Joaquín, 8 de abril de 1812, Doc. Nº
671).
CARACTERÍSTICAS DEL SISMO
El terremoto de 1812 fue en realidad dos eventos, según
Altez (2006). El de la Provincia de Caracas a las 4 de la tarde y el de Mérida,
aproximadamente, una hora después. Fue producto de una liberación de energía
elástica acumulada y causada del contacto entre las placas del Caribe y Suramérica.
El evento tuvo tres epicentros y en…“el
caso de la región afectada entorno a la zona costera, las poblaciones con mayor
cantidad de daños (Caracas, La Guaira, Macuto, Choroní), puede estimarse el
epicentro más probable en el mar, ubicado en 10°10’ N-67°20’W, con un margen de error de unos 20 kilómetros”… (p. 445).
El investigador
Altez (2006) ubica los efectos del terremoto ocurrido en el Pueblo de San
Joaquín, en la Escala de Intensidades Modificad de Mercalli en el rango
VI, que según la versión española
tiene las siguientes características
(pp. 509-510):
+Los
líquidos se derramaron de sus recipientes.
+Sonidos
rugientes fueron reportados.
+La
dirección del movimiento fue filmada por observaciones que estaban fuera.
+Los
líquidos fueron puestos en fuerte movimiento.
+Causado
daño ligero. Construcción pobre fue algunas veces especificada.
+Sonaron
las campanas pequeñas (iglesia, capilla, escuela, etc. Las alarmas de fuego y
robo fueron activadas.
+Los
edificios se estremecieron completamente.
+Muchos
corrieron hacia afuera.
+Sentido
por todos (sin calificación). Sentido por todos en la comunidad.
+Muchos
se asustaron. La excitación fue general con alguna alarma.
+Objetos
pequeños e inestables fueron volcados.
+Cayeron
ornamentos arquitectónicos.
+Algunos
muebles de tipo moderadamente pesada (sillas, mesa, pequeños sofás, pequeños
armarios, etc. Fueron movidos de posición.
+Cayeron
objetos desde repisas y estante. La mercancía cayó desde los estantes en las
tiendas.
+Árboles
y arbustos fueron sacudidos fuertemente.
+Todos
se despertaron.
+El
friso cayó de pequeñas a moderadas cantidades.
+Algunos
platos, vasos y ventanas se rompieron.
+El
daño fue de poca importancia en estructuras bien diseñada y en estructuras de
buena construcción.
+Vibraciones
comparables por aquellas causadas por camiones pesados o pesadamente cargados
fueron reportadas.
LOS DAÑOS MATERIALES
La edificación de la iglesia en general aguantó la
embestida del terremoto, pero como afirmó el Padre Saubens: …“nos ha causado algunas ruinas en la
iglesia pues a pesar de que la Capilla mayor tiene ocho varas de cimiento ha
quedado desplomada que será forzoso destecharla; en el Arco Toral varias
brechas, que considero también necesario hacerlo de nuevo; el resto de las tres naves me parece que ha quedado
sin desplomo, muchas rajadura en las paredes, pero entiendo, que no hay
desplomo; las dos danzas de arcos están que solo los dos rebajados del Coro,
están hendidos, pero me parece fácil la composición[…]. Esta razón que doy a Vuestra Señoría Ilustrísima,
únicamente es fundada, en mi poco conocimiento, porque hasta la fecha no he
podido conseguir un facultativo para que se haga reconocimiento formal; pero
estoy agenciándolo de la ciudad de Valencia, que por estar allí, remediando el
desplomo de la Torre, no ha podido venir todavía” (AAHCV, San Joaquín, 8 de
abril de 1812, Doc. Nº 671).
Sin embargo, a pesar de que no se desplomó en su
totalidad, los daños en la construcción fueron sumamente graves, lo que ameritó
la clausura del local mientras se comenzaran los trabajos de restauración, por
ello, el Padre Saubens informó al señor arzobispo: …“que considerando algo dilatada la redificación de la iglesia hemos
determinado formar un Caney, con su pieza de oratorio, y se está ya
construyendo cerca de la misma iglesia. Vuestra Señoría se dignaría aprobar toda esta determinaciones
facilitándome la licencia necesaria para bendecir el referido oratorio” (Ídem.).
La proyección del Padre Saubens acerca de la prolongación
fue acertada, ya que la penuria económica de los vecinos, principalmente de los
hacendados que se encontraban arruinados, hizo cuesta arriba la reedificación
inmediata del templo. Manzo Núñez (1988) afirmó que el Padre Saubens escribía
el 8 de julio de 1813…“Que no había quien pagara entierro, ni quien se casara,
debido a la extrema pobreza. Y que como todos los vecinos estaban suscritos en
el donativo general para el socorro del Estado, no era posible lograr de ellos
una segunda suscripción para redificar la iglesia” (Historia de San
Joaquín, p. 23).
En ese mismo escrito, describe nuevamente los trabajos de
restauración que debe emprender: …“el
tercio arriba de la capilla mayor, volver a techar y hacer lo mismo a la
sacristía, tapar las grietas y remendar o hacer de nuevo los arcos del coro que
estaba sostenidos con puntales” (Ídem.).
Para el 2 de septiembre de 1816 le comunica al Arzobispo
de Caracas…“que para mantenerla aseada y
libre de los daños del terremoto consiguieron con el gobierno poder imponer a
los pesadores de ganado un impuesto de medio real por arroba de carne. Esto les
producía 25 pesos semanales y permitió reedificar la capilla mayor, hacer de
nuevo el arco toral, arreglar los otros arcos y reponer maderas del techo que
se había cimbrado” (Manzo Núñez, 1988: 25).
Esta etapa de nuestro proceso histórico local demuestra
que aquella época no fue solo hechos bélicos, como la historiografía patria nos
ha enseñado, sino que en medio de las calamidades demoledoras de la guerra
independentista (1811-1823), hubo personas construyendo material y
espiritualmente una sociedad que, desde los escombros y ruinas unían esfuerzos
por levantar lo construido y seguir su vida cotidiana.
La tipología de
casas de habitación estaba condicionada según la clase social, pues los
blancos, que eran minoría, fueron los dueños de tierra y de la fuerza de
trabajo (esclavos negros africanos), por
tanto, tenían mejor condición económica.
En San Joaquín, las familias principales o blancos se ubicaron a lo
largo de la calle real hoy Avenida Bolívar, cuyas construcciones de paredes de
tapia, piedra y ladrillo, techos de madera y tejas, con jardines en el medio
rodeados de amplia corredores. Los más pobres eran construcciones de paredes de
bahareque y caña, con techo de paja o palma. (Altez, 2006:328).
El padre Saubens en su relación de
daños, señaló que…“no hemos tenido más
desgracia sino algunas casas bien
deteriorada”, aun cuando no da más detalles, es bastante posible que las
edificaciones más vulnerables fueran la de los más humildes que eran la mayoría
de los vecinos.
Si quisiéramos dar fecha a la
parálisis de crecimiento urbanístico del Pueblo de San Joaquín, el 26 de marzo
de 1812 fue el fin del ordenamiento iniciado 1795.
SALDO DE VÍCTIMAS
Según
Altez (2006) el número de muertos en Caracas por el terremoto fue alrededor de
2 mil personas, cifra que precisa lo realmente ocurrido ante las diferentes
estimaciones presentada por historiografía patria o tradicional.
En San Joaquín, el Padre Saubens
reseñó que…“Como el Coro no se ha
hecho todavía tenía la ventana de él
tapado con un tabique de ladrillo, este cayo a tiempo, que salían de la iglesia
algunas personas de las cuales quedaron golpeados tres, los dos están ya buenos;
pero la tercera, que fue una mujer, quedó toda quebrada, y murió esa misma
noche a las ocho”… (AAHCV, San Joaquín, 8 de abril de 1812, Doc. Nº 671).
La infortunada mujer que tuvo
agonizando por cuatro horas, única víctima fatal del terremoto, fue sepultada
el día siguiente y era una persona blanca llamada, Ascensión Irisarri, de
origen vasca y esposa de, don Diego Paradas. (Archivo Histórico Diocesano Mons.
Gregorio Adam, Libro de Entierro de la Parroquia San Joaquín de Mariara, Nº 2, f. 193).
NOTA MARGINAL
Mirar por el retrovisor de la historia debe ser para
recibir lecciones de vida colectiva, con el cual nos obliga alzar la mirada
hacia un futuro mucho mejor, no sin antes hacer el esfuerzo de comprender el
presente histórico. Cuando imaginamos la tragedia de 1812 y cómo un pueblo
salió hacia adelante superando las diferentes dificultades, solo nos queda decir que hay esperanza. San Joaquín es un
ejemplo, de cómo una estructura social con raíces firme, cohesionados mediante
instituciones sólidas y de individuos excepcionales, y que en definitiva
hicieron posible que aquella colectividad evolucionara, según las exigencias
del tiempo y que hoy siga vigente. De ahí nuestro orgullo de ser sanjoaquinero,
identidad que debemos defender a toda costa ante personas desconocidas que no
conoce y mucho menos quieren nuestra localidad. Es hora de valorar nuestra
herencia de ser sanjoaquineros, que más que un sentimiento, es la vida hecha
cotidianidad y de cercanía con el entorno social y cultural. No es solo una
expresión de la boca hacia afuera, hay que vivirlo y demostrarlo en el quehacer
que nos ha tocada actuar.
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