ARTE, INVENTARIO Y BIEN ECLESIÁSTICO PATRIMONIAL

La presencia y permanencia de la Iglesia parroquial de San Joaquín (1782) ha generado a través de los años un conjunto de objetos o bienes muebles de carácter histórico-artístico, destinado al culto y a la acción pastoral, entre ellos, la devoción procesional de las imágenes de santos y de la virgen María. Pero al mismo tiempo ha venido perdiendo objetos eclesiásticos, cuya pervivencia ha estado condicionada a diferentes causas como la sustracción por su valor económico del material, la adquisición o venta por su valor artístico y el inevitable deterioro, ya sea por descuido o por utilidad.

  Desde nuestra perspectiva, lo más grave ha sido nuestra escasez en la formación de una conciencia patrimonial, pues, nuestra educación formal e informal no nos orienta a la conservación de los bienes patrimoniales. Un ejemplo, es haber conocido, en 1985, el púlpito de madera de la Iglesia parroquial, verlo utilizar en actividades ajenas al uso y, finalmente, desaparecer como leña al fuego, sin ningún tipo de criterio de valoración del objeto que representaba un bien patrimonial y una valiosa huella material, muy importante para nuestra historia local. Es ahí cuando comprendemos la significación de alcanzar una conciencia histórica en nosotros los ciudadanos, porque de ella surge como fundamento inicial a las demás conciencias como la nacional, social y política.

Esta breve notas no pretende agotar el tema que, lamentablemente, tiene pocos interesados, y como bien sabemos, ese desinterés tiene su raíz en la estrechez de nuestra conciencia histórica, que es… “la asunción socioindividual de la conformación histórica de la sociedad” … (Carrera Damas, La independencia cuestionada, 2016:19), y que debemos procurar alimentar mediante un renovado conocimiento histórico que surge de la Historia como ciencia social.  

Solo nos limitaremos en comentar algunos objetos, principalmente las imágenes o tallas utilizadas en la Semana Santa, actividad religiosa que siempre se ha venido realizado de manera ininterrumpida una vez de establecida las funciones parroquiales (1783). Para ello, hacemos uso de algunos inventarios parroquiales que aún se conservan, y de algunas referencias del archivero, Héctor Mota Sevilla, que desde hace tiempo viene recopilando y ordenando en fichas las datas de los bienes muebles que tiene, y ha tenido, la Parroquia de San Joaquín. Asimismo, la información acerca del segundo Santo Sepulcro contenido en la revista, La Panela Ilustrada.

INVENTARIO PARROQUIAL

La relación escrita y formal de objetos destinados al culto perteneciente a la Iglesia parroquial, lo efectuaban los párrocos a solicitud de las autoridades eclesiásticas (obispo o arzobispo). La mayoría de las veces se realizaban como parte de la transferencia de autoridad parroquial, del nuevo cura encargado de la iglesia o, lo que es lo mismo, a los inicios de una nueva administración parroquial. 

En el Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Caracas reposan ocho copias de inventarios de “alhajas, prendas, ornamentos y utensilios” de la Iglesia parroquial  de San Joaquín de Mariara. El primero de ellos se realizó el 30 de septiembre de 1828, por el Pbro. Domingo Fernández Carantoña, encargado provisional de los servicios parroquiales, quien lo elaboró en compañía del Pbro. Francisco Pérez, párroco de Guacara. El documento fue entregado y firmado por el nuevo responsable de la parroquia, Fr. Francisco Liborio Chacín, el 15 de enero de 1829.  El segundo inventario se firmó el 10 de septiembre de 1838, por el Pbro. Francisco Ayola. Es el más breve de todos y menos descriptivo de los objetos inventariados.

En la década de los años 40 del siglo XIX se efectuaron tres inventarios. El primero firmado por el Pbro. José Pérez Arocha, de fecha 1º de mayo de 1840; el segundo, el 1º de diciembre de 1847 por el Pbro. Nicanor Ordoñez y, por último, de fecha 12 de septiembre de 1848, por el Pbro. Francisco Duró.  

 Igualmente, se encuentran dos inventarios realizado por el párroco, Pbro. Justo Manuel Hernández (1820-1904). El primero de fecha 26 de abril de 1879 y  contiene también una lista de “capitales a censo”  con el correspondiente destino. Este mismo inventario es actualizado el 1º de agosto de 1893. El 2 de enero de 1906, teniendo como referencia el inventario de 1879, el Pbro. Antonio Luis Mendoza lo actualiza realizando un apartado llamado Observaciones Generales. Aun cuando conservan el mismo formato de los anteriores, son los mejores inventarios por sus contenidos descriptivos. 

 Y finalmente, un libro de Inventario de abril de 1921 realizado por el Pbro. León Malpica, de fecha 15 de abril de 1929. Es un inventario mucho mejor, estructurado y dividido en capítulos (Arquitectura, La Sacristía y sus útiles, Alhajas de plata y plateados, Ornamentos, Imágenes, Archivo parroquial, Varios objetos y Casa parroquial), pero con menor calidad descriptiva.  

PINTURA  AL ÓLEO SOBRE  LIENZO

En el inventario de 1879 se registran dos cuadros que lamentablemente se desconocen sus creadores y otros detalles como su destino, ya que no se vuelven a registrar en los posteriores inventarios. El primero estaba en el…“Altar de Animas con su hermoso cuadro de lienzo pintado al óleo”… Y, el segundo…“Un cuadro grande de lienzo pintado al óleo en que está representado el bautismo de Nuestro Señor Jesucristo” (p.2).   

LA PLATA DE LA IGLESIA

            La mayoría de los utensilios y adornos de las imágenes eran o son de plata, por ejemplo, la imagen de Nuestra Señora del Carmen…“tiene además una corona de plata dorada con piedra incrustada en varios colores, tres cadenas de oro, una de ellas con su relicario, un aderejo y sus escapularios que también son de oro, las potencias del niño son de plata dorada” (Inventario, 1879).

            En el inventario de 1828 de menciona algunos objetos de plata, que aún son registrados en los inventarios de principio del siglo XX. Entre ellos, se mencionan los siguientes: “Dos cálices de plata con su patena dorada por dentro, uno de servicio y el otro sin consagrar…Tres juegos de vinagrera con sus platillos todo de plata…Tres cucharillas, una de oro y dos de plata…Un incensario  con su naveta y cucharilla todo de plata…Dos crismeras de plata para el Santo Bautismo… Dos llavecitas de plata, la una con cadena, que son del Sagrario…Una caja de plata para guardar hostias… 

            Son pocos los utensilios de plata que todavía se conservan, pues, al pasar del tiempo fueron desapareciendo.

IMÁGENES  PIADOSAS  DE SEMANA  SANTA

 Las imágenes que son utilizadas durante la conmemoración anual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret proviene del siglo XIX, por tanto, representan auténticas joyas coloniales que aún perviven.

En el inventario de 1828 se describen las siguientes imágenes: “Una Imagen de la Humildad y Paciencia para la procesión del Marte Santo con su potencia de plata, mesa y faldones de tafetán morado…Una Imagen de Jesús de Nazareno con su correspondiente vestidos, en su mesa y faldones morados con seis guardabrisas y otros adornos…Una Imagen grande del Señor Crucificado para la procesión del Jueves Santo con su respectiva mesa y adornos…Un Sepulcro de Madera pintado con su Imagen del Señor en su mesa y faldones negros y adornos…Una Imagen de Nuestra Señora de Dolores para la misma procesión con su diadema de plata, siete espadas de los mismo, un vestido de terciopelo negro, su mesa y faldones negros y su correspondientes adornos…Una Imagen de San Juan Bautista de talla”…

Estas imágenes por razones de resguardo y por falta de espacio en la Iglesia parroquial, estaban repartidos entre las familias honorables y respetadas de la comunidad. Así se dejó asentado en el inventario de 1906,  cuando se afirma que “Todo lo perteneciente a los altares e imágenes expresado está en poder de las familias Fábregas–Chávez, Antequera, Rodríguez, Tovar R., Izquierdo-Escamillo,  Flores, Uriarte, Alesones, Sotillo, López, Pacheco. Y en poder de las familias Fábregas Chávez, Tovar R., Flores, Izquierdo E. y Antequera, están además las imágenes de la Inmaculada, Jesús Nazareno, y Cirineo, dos niños Dios en su cima, la Humildad y Paciencia en su nicho y el Santo Sepulcro en su mesón, respectivamente”… 

SANTA ROSALÍA  DE PALERMO

Esta talla colonial que, hace las veces también de Santa María Magdalena, fue construida en Caracas el 31 de agosto de 1836. Su autor es un reconocido escultor y pintor llamado, José de la Merced Rada (1794-1864), caraqueño, que nació en 1794. Es el mismo escultor de la famosa talla religiosa del Nazareno de Achaguas.

          En el inventario de 1838 se asienta como “una imagen de Santa Rosalía de escultura bien hecha” y estaba colocada, según el inventario de 1893, … “en su nicho de vidriera, …Tiene su crucifijo pequeño, seis blandones de madera pintadas al óleo, un atril, mesa de altar con frontal pintado y su tarima”. Esta hermosa imagen aún se conserva y forma parte de nuestra herencia patrimonial.    

     Según Mota Sevilla (2017), en 1904, se realizó la bendición de un nuevo altar, apadrinado por el general Neptolemo Antequera y su esposa María Magdalena Castrillo de Antequera, presidido por el Pbro. Antonio Luis Mendoza. Se conserva una tarjeta de la bendición.

EL SEGUNDO SANTO SEPULCRO

            En el inventario de 1847 se afirma la existencia de “Un Sepulcro de madera con sus vidrios contenido dentro una imagen del Crucificado todo casi inútil”… De esta afirmación se deduce el mal estado que se encontraba la imagen que ameritó, más tarde, su reemplazo.

            Según Luis Guillermo Arias, en 1872, fue traído un nuevo Santo Sepulcro por encargo del general Antequera (La Panela Ilustrada, Nº 7, Año 1, Abril 1982). En el inventario de 1879 se describe como…“un Santo Sepulcro de madera con vidriera, pintado al óleo con filetes y maceteros dorados”…

       Actualmente, el Santo Sepulcro pervive y se encuentra en la Capilla de San Rafael, de la Urbanización Popular 18 de Octubre, por decisión de su último poseedor, Luis Guillermo Arias, heredero y descendiente de sus dueños.

ARTE SACRO COLONIAL

            Además de los bienes patrimoniales que nos hemos referidos, nos encontramos con otros bienes como los que se encontraban en el Oratorio privado de la hacienda Cura, y de propietarios particulares, y que hoy están en manos de coleccionistas conocedores del valor artístico e histórico. De ahí que el nombre de San Joaquín lo encontramos, por ejemplo, en la Colección de Arte Colonial de la Fundación John Boulton.

            Destacamos dos ejemplos de objetos que están en propiedad de coleccionista y que merece que lo conozcamos: el primero es un Tabernáculo para Crucifijo, del artista colonial Juan Pedro López (1724-1787), perteneciente de la Colección Arnold Zingg, Caracas. Cuya descripción es la siguiente: “Puerta izquierda: San Joaquín. Puerta derecha: Santa Ana. Óleo sobre madera de cedro 88 x 87 cm. Exteriormente pintado de azul claro con decoraciones florales en azul oscuro. Perdió el crucifijo original. Por su decoración en estilo rococó puede ubicarse entre 1775 a 1780. Por las decoraciones truncas de las puertas parece haber sido cortado. Aunque de fecha posterior… (Carlos F. Duarte, Juan Pedro López…, 1998:184).     El segundo es una talla de madera policromada del Arcángel San Rafael que perteneció a la familia Zuloaga y estaba en la Iglesia parroquial. El escultor de la obra es Pedro Castillo (1790-1858), y actualmente pertenece a la Colección Valentina Tejera. El especialista en arte, Roldán Esteva-Grillet (2004), afirma que “En cuanto a la calidad de la Obra –de pequeño formato [Dimensiones: 15 cm x 5 x 5] como para la devoción doméstica o de pequeña iglesia- es una pieza de buen oficio, de cuerpo algo esquemático a pesar del ligero movimiento de pie y brazos, y con un rostro de serena expresión, delicados matices en su encarnado, la parte, sin duda, más lograda por la condición del pintor” (Vida y obra de Pedro Castillo, p.106).  


EL SACRÍLEGO  ROBO DEL ESCAPULARIO

La Iglesia parroquial ha sido de constante sustracción de objetos de valor religioso, como lo ocurrido el 16 de julio de 1940 cuando manos sacrílegas robaron el Escapulario y cadena de oro perteneciente a la Imagen de Nuestra Señora del Carmen.

Las respectivas denuncias fueron llevadas a la ciudad de Valencia, cuyas averiguaciones no arrojaron ningún resultado, generando frustración y tristeza en la feligresía, que esperaban recuperar el valioso objeto devoto. Por otro lado, el señor Obispo, Mons. Gregorio Adam, había prescrito tres días de rogativas en la parroquia, con la finalidad remediar dicho acto sacrílego.

Se estuvo que esperar siete años para dar las primeras iniciativas de sustituir el Escapulario. En un comunicado enviado a la Junta Comunal, la Sociedad del Carmen presidida por María Jesús Alesones, la Tesorera, Luisa Camacho y la Secretaria, María Escamillo, pidieron…“permiso para instalar una rifa por el fin de arbitrar fondos con el objeto de reponer los Escapularios que le fueron robados a Nuestra Señora del Carmen, cuya rifa se regirá por los terminales de los tres premios de la Lotería de Caracas, siendo ellas responsables en pagar los billetes que salieren premiado”… (Libro de Actas de la Junta Comunal 1941-1948, Sesión ordinaria del 29 de octubre de 1947, f. 270).

 Esta acción tardía de los feligreses se debe, además de la pobreza material de la comunidad en general, a la crisis de reorganización que se encontraban las distintas manifestaciones seglares, entre ella, los devotos de la Imagen de la Virgen Carmen que habían tenido su origen como cofradía en 1811.   

NOTA MARGINAL

La Iglesia Católica es depositaria de una incalculable riqueza en arte, que muchos, sobre todo sus detractores, no logran comprender que ese tesoro de bellas artes aplicadas o decorativo no es un lujo, sino un acervo cultural que contiene valores que son perdurables en el tiempo y pertenece a la humanidad (creyente o no).

La valoración del arte está enmarcada en un hecho vital, que de manera intangible enriquece nuestra vida emocional. Aun cuando, no hemos mencionado al templo parroquial, su arquitectura representa, también, un invalorable inmueble colonial de carácter patrimonial.

 Pensando acerca lo que heredaremos a las futuras generaciones, todo depende, del cuidado de las actuales generaciones le presten a los bienes culturales de la Iglesia y del arte litúrgico. Por tanto, la conservación del patrimonio histórico y artístico de la Iglesia se requiere catalogar los objetos con el objeto de dar a conocerlo y, de esta manera, buscar la colaboración de los diferentes entes públicos o privados para que proteja, preserve y conserve los bienes inmuebles y muebles (imágenes y objetos litúrgicos).

Evencio Díaz

Cronista Municipal

 

                         NOTA: La gráfica principal es cortesía de la familia Rojas.                                                                                                                   

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