ORÍGENES, CELEBRACIÓN Y CRISIS DE NUESTRA

INDUSTRIA FOLCLÓRICA



         El término inglés de Folclore es utilizado -por primera vez- en Venezuela por el historiador Arístides Rojas (1826-1894), en 1887; aun cuando el estudio de las manifestaciones folclóricas se haya realizado mucho antes. En el Manual de Folclore Venezolano (1957) de Isabel Aretz, señala que es una antigua palabra compuesta: Folk, que significa pueblo, y lore, saber; es decir, saber del pueblo. Entre la diversidad de expresiones del folclor venezolano, se encuentra el extenso campo de la alimentación, y dentro de ella, el grupo de alimentos de la dulcería: en este renglón se halla los famosos Bizcochuelos, bien conocido como las Panelas de San Joaquín.

            La comercialización de las Panelas de San Joaquín (1885) se debe a la iniciativa y creatividad de doña Juana Eleizalde de Uriarte (1850-1931), nativa del pueblo San Joaquín, y descendientes de los primeros vecinos españoles de origen vascos que se asentaron en San Joaquín con sus familias a fines del siglo XVIII, ubicada en el territorio de los valles de Aragua, jurisdicción de la ciudad de la Nueva Valencia del Rey, de la Provincia de Caracas o Venezuela.  La señora Eleizalde había recibido la fórmula de elaboración de las Panelas de su amiga, doña Silveria Zuloaga Egusquiza de Nieto, también, natural de San Joaquín, quien había conservado y heredado de sus mayores la rica receta casera.

            El origen de la elaboración de las Panelas se remonta a los comienzos de la organización  social, en el sitio llamado Punta Zamuro, que  devino  en la fundación del pueblo de San Joaquín (1795).  En el trascurso de los años de 1795 y 1810, el pueblo había alcanzado un espacio urbano de más de 150 casas de sólido fundamentos, construcción de la Iglesia Parroquial (1809), pero sobre todo se había logrado tener el estatus político territorial de Tenientazgo de Justicia Mayor (1802). Cerrando con ellos el proceso de conformación social, y germen de la Identidad Local.

    SUS ORÍGENES

 El historiador Mario Briceño-Iragorry (1897-1958), en su libro intitulado: Casa León y su tiempo (1954), nos describe una escena imaginaria ocurrida en la casa de habitación del marqués de Casa León, ubicada en Caracas, sobre la realización de una velada de amigos, en la noche del 25 de abril de 1810.  Los invitados eran algunos blancos criollos que habían participado días antes en los hechos de la crisis política y de conciencia monárquica del 19 de abril del mismo año. Durante la amena y obligada conversación sobre los acontecimientos políticos, que, como clase dominante, habían propiciado el movimiento autonómico provincial ante los hechos políticos de la metrópolis española; ellos se entretenian con el juego de tresillo. La esposa del marques ordena a los criados servir el chocolate acompañado de algunos postres, y entre esos dulces, se le hace halago a las “ricas panelitas de San Joaquín” por parte de uno de los invitados.  Esta narración se encuentra en la parte final del capítulo XI, del mencionado libro. El académico Briceño-Iragorry fue un destacado estudioso y conocedor de la historia colonial del país.  Es por ello, que encontramos en su relato muchos detalles sin contenido anacrónico, que nos permite dar valoración al relato como fuente histórica.  

La manifestación de la cultura tradicional oral se transmite de generación en generación, especialmente, entre familias y amigos cercanos. De ahí el producto cultural de las Panelas de San Joaquín, que tiene sus raíces profundas en el saber del pueblo, conformado desde fines del siglo XVIII y principio del siglo XIX. En un primer momento su consumo fue solo de alcance familiar y de allegados, y degustados por los mantuanos. A parir de 1885, su elaboración doméstica pasó a hacer un exquisito dulce de carácter comercial cuya aceptación traspasó las fronteras locales con la ayuda de la modernización del transporte: de carreta a mula al uso del ferrocarril en San Joaquín (1894), logrando gustar a los paladares de todo del país. 

CELEBRACIÓN DEL CENTENARIO

Consecuente con su identidad y sentido de pertenecía, los sanjoaquineros celebraron el Primer Centenario de la Comercialización de las Panelas de San Joaquín (1985). Para tal efecto, se nombró una comisión conformada por  Alejo Moreno, Luis Carmelo Rojas, Berta de Hermoso, Carmen Fuentes, Ernesto Urena, Regina Caldera, Braulio Ramos y Olga Hernández de Villarreal. Con el respaldo del Concejo Municipal (1984) y, a través de la Comisión de Educación y Cultura, la actividad aniversaria fue denominada: “Cien Años de un símbolo”, cuyos actos festivos se realizaron el 29 de junio de 1985.  Desde las seis de mañana comenzaron oírse el repique de campanas y los juegos artificiales.  Un hermoso desfile recorrió las avenidas, guiado por la representación del baile de las danzas de los Pastores de San Joaquín (1920). Misa de acción de gracias, y la celebración de la Sesión Solemne por las autoridades del Concejo, en donde fungió como Orador de orden el recordado poeta y folclorista, don Alejo Moreno (1933-1997). Pero el acto central fue la inauguración de la calle “antigua estación” con el nombre de Juana de Uriarte, como un digno y merecido homenaje a la fundadora de la primera fábrica de elaboración de Panelas de San Joaquín. El honor de pronunciar las palabras de dicha ceremonia inaugural estuvo a cargo de don Luis Carmelo Rojas (1916-1997), gran promotor de la idea de celebrar los 100 años de las Panelas.










ADECUACIÓN, MODERNIZACIÓN Y DIFICULTADES

Los cambios del medio social venezolano han hecho de la elaboración tradicional experimente leves modificaciones en su técnica empírica de transformación de la materia prima, aun los mismos ingredientes, equipos e utensilios han venido adaptándose a los nuevos tiempos. Pero en los últimos años, en la industria folclórica -de elaboración de las ricas panelas-  ha estado viviendo de manera creciente el grave problema básico de la compra de los insumos necesarios para su producción. En el año 2004 los productores se quejaban del alto costo de los precios de la materia prima, que incidía en los precios de ventas del producto terminado (El Carabobeño, domingo 18 de julio de 2004, p.4). Hoy se agrava la situación ante la escasez de la materia prima y la falta de divisa para importar la harina de trigo y; además, se agrega las fallas en el suministro del material de empaque (papel blanco y bolsas plásticas).   








RETOS Y OPORTUNIDADES

¿Qué hacer ante este panorama? Me parece que los empresarios de este producto tradicional, el cual dicho artículo cuenta con el reconocimiento de ser Patrimonio Cultural del Municipio (2001) y del estado Carabobo (2004), deben poner de un lado el mero desempeño de negocio de la industria folclórica. Deben tomar conciencia de que tienen en sus manos una expresión cultural de tradición oral, que no le pertenece a nadie en particular. Y de esa manera retomar los intentos de unir esfuerzos para superar esas deficiencias que les son comunes. Las crisis son para sacarle provecho, aprender de ella y mirar las cosas desde otro punto de vista.

En el 2008, entre bombas y platillos, se anunció el rescate de la producción original de las Panelas de San Joaquín (El Carabobeño, viernes 13 de junio de 2008, p. D-4), mediante la sustitución de la harina de trigo por el almidón de yuca, y de esa manera, reducir  la importación  de materia prima. ¿Por qué surgía esta idea de retomar los orígenes?  Desde el 2006 se venía experimentando una valiosa oportunidad que se les ofreció a los productores con la creación de la Red de Innovación Productiva Panelas de San Joaquín, promovida por la Fundación para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología del Estado Carabobo (Fundacite-Carabobo). El objetivo general de la red decía así: “Incrementar la producción y mejorar la calidad del producto, atendiendo la necesidad de optimizar las condiciones sanitarias durante el proceso productivo en beneficio de los trabajadores y consumidores en general, con el fin de expandir la distribución…” Pero lo más importante de la red era que principiaba la organización de una Asociación civil de productores, en donde la razón central de los asociados sería el establecimiento de un Centro de Acopio de materias primas. Lamentablemente, no se logró conciliar y superar las pequeñas cosas humanas que disminuyen la grandeza de cualquier iniciativa colectiva.

La industria folclórica ha recibido en estos momentos de coyuntura socioeconómica, los ofrecimientos de los entes gubernamentales para ayudarlo con la adquisición de la materia prima; sin embargo, urge que los empresarios reorienten la manera como han venido manejando el problema de suministro, y de precios de venta del producto terminado, que garantizaría la permanecía de nuestra manifestación cultural folclórica.

 

San Joaquín, junio 2016

 

Evencio Díaz

Cronista de San Joaquín


Nota: Las gráficas pertenecen al archivo del Centro Socio Cultural San Joaquín (1979)  

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